No sabemos de donde viene, ni donde se dirige. De Wilcox, título del film y del protagonista, solo sabemos que va vestido de militar y que rehuye las multitudes y las zonas pobladas. Vemos como deambula por zonas suburbanas y rurales en busca de un lugar donde dormir. A veces lo seguimos de cerca y otras lo observamos desde la distancia. Sin diálogo y con una apuesta sonora inusual, tenemos un largometraje de poco más de una hora dónde en gran parte, no escucharemos lo que dicen ni el paisaje en el que se encuentran, en vez de esto, nos veremos sumergidos en unas atmósferas Lynchianas dignas sucesoras de Eraserhead.
Denis Côté director de Ghost Town Anthology, film que pasamos a la anterior edición, realiza un largometraje enigmático, alienante y abstracto. En un rodaje donde se buscaba la improvisación para sacar la máxima verdad de las secuencias filmadas, vemos como contrapone esta realidad a una abstracción de la forma. El resultado final navega entre el misterio y la incertidumbre, atrae y desconcierta a partes iguales, el cineasta canadiense busca que el espectador se vea perdido en este limbo de sensaciones y preguntas sin respuesta que rompe y reconstruye premeditadamente.
La singularidad del film lo podría hacer encajar en la etiqueta de experimental, la experiencia de no escuchar lo que ves resulta totalmente fuera de los estándar y de los canones de la industria. Côté resulta ser una de estas personas que consigue producir y exhibir films arriesgados y totalmente fuera de los márgenes. Wilcox es la excepción que confirma la regla.