
11 Jun Ladrón que roba a ladrón – Bottle Rocket
Sería impensable hablar del cine independiente reciente sin incluir el nombre de Wes Anderson. Su particular forma de entender el cine, al margen del Hollywood más convencional, le ha convertido en uno de los directores más peculiares de nuestra era. Su primera película, Ladrón que roba a ladrón, contiene todos los elementos del posterior cine de Anderson: personajes aberrantes e inmaduros que viven en un mundo completamente naïve y de tonos pasteles. Dentro de este microcosmos andersoniano, siempre cabe el humor, en muchas ocasiones por vergüenza ajena, provocado por sus personajes patéticos y con un punto kitsch. Es justo este elemento lo que más destaca en su opera prima. Si nos abstraemos de la acción y la trama, podremos disfrutar del trío de perdedores que quieren dar el golpe del siglo y de las múltiples situaciones en las que se embarcan.
Anderson se muestra ya como un director más interesado en la estética y el momento hype dentro de la historia que en la consecución de un argumento claro y lógico (idea que llevará al extremo en su reciente genialidad, Moonrise Kingdom). Esto no significa que el resultado sea artificial o plano, más bien todo lo contrario: la simplicidad en la trama y en la profundidad de sus personajes hace aflorar los sentimientos más básicos, como el amor y la amistad. Estos dos elementos conforman, junto con la ingenuidad y el paso a la madurez de unos adultos demasiado niños, el grueso creativo del director. Estos elementos ya están presentes en su primera cinta y están esculpidos con el mismo cincel que utilizará en años posteriores: unos diálogos divertidos y bizarros, la música de Mark Mothersbaugh y la gran originalidad en la composición del tiempo (mención especial, en este caso, para la sábana que sirve de transición en la escena de cama) y de la puesta en escena, que siempre afronta desde un plano frontal que acentúa la profundidad de campo y busca la simetría de las formas rectas para después deslizarse de forma suave y elegante con el movimiento de los actores.
Por todo ello, Ladrón que roba a ladrón ha ganado con el tiempo. La obra de su director la ha hecho crecer como embrión de un ideario personal que erige a su creador como un verdadero tótem del panorama independiente actual.