
08 May Boogie Nights – Miserias pornográficas
“Mi sueño es hacer una película que sea verdadera y dramática” asevera Jack Horner (Burt Reynolds) en una de las primeras secuencias de la película. Esta afirmación resalta la grandilocuencia de sus aspiraciones como productor en la industria pornográfica, pero sobre todo sirve para medir las intenciones del director (real) de Boogie Nights. Así, la narración avanza entre los vínculos destructivos de sus personajes permitiendo a Paul Thomas Anderson exponer las miserias de una estrella, de un negocio, de un país. Revela lo verdadero. Lo verdadero y lo dramático.
Las cintas de alto contenido sexual creadas por Horner no son sino un vehículo para mostrar por primera vez uno de sus pilares temáticos ineludibles: la intención fallida de alcanzar el sueño americano. El contraste entre el éxito y su exhibición; la decadencia y la mediocridad, subrayadas en el último tercio de la película por un intertítulo que reza: “El camino hacia abajo es largo”.
Para mostrar estas confrontaciones, el director se sirve de una serie de recursos que encuentran sentido en un metafórico salto entre décadas. Las procaces fiestas de los hedonistas años setenta están rodadas vertiginosamente. La expresiva steadicam se mueve como si de un personaje más se tratase y se evita la utilización del plano-contraplano para mostrar diferentes acciones simultáneas –una conversación entre dos hombres mientras la mujer de uno de ellos ensaya las más lascivas prácticas sexuales detrás de ambos es un buen ejemplo-. La década acaba y empieza la cuesta abajo.
La llegada del VHS en los años ochenta cambia por completo la forma de rodar, se transforman los modos de consumo pornográficos y sus trabajadores abordan otros estilos de supervivencia. Cambia también Paul Thomas Anderson. Utiliza una fotografía más oscura para ilustrarlo y, aunque de nuevo se muestra frenético en una hilarante secuencia que bien podría pertenecer al género de atracos imperfectos, finaliza la película deslizando plácidamente su cámara entre los vericuetos de una mansión que ya no acoge juergas de amaneceres inciertos sino viejas glorias sexuales en proceso de reinvención.